viernes, 11 de julio de 2014

Proclamación del Consejo Estudiantil.

Machala, 11 de julio de 2014

Nuestra Principal junto a Paulina Brito Presidenta
del Consejo Estudiantil 2014-2015

En la mañana de hoy,  en los patios de la institución se llevó a cabo la Posesión del Consejo Estudiantil UNEJUD 2014-2015, donde asistieron diferentes estudiantes de varias instituciones.
La  ceremonia inició con las palabras de la Rectora, Lcda. Martha Serrano Aguilar, seguida la colocación de la banda a la nueva presidenta del Consejo Estudiantil, Señorita Paulina Brito, quien se dirigió a los presentes con emotivas palabras. 



A los miembros del consejo estudiantil se les colocó un botón como símbolo de su dignidad obtenida, los representantes de cada estudiante fueron los encargados de colocar cada insignia.

Las instituciones invitadas se dirigieron al nuevo gobierno estudiantil, dando su respaldo y apoyo incondicional.


Nuestra Principal Juana Gómez dio por clausurado el evento de la Proclamación del Consejo Estudiantil.

Miembros del Consejo Estudiantil 2014-2015 UNEJUD


Redacción: Melanie Jaramillo, Dayana Vargas, Emily Ibañez, Carlos Franco (Club Periodismo)
Fotografía: Leonardo Delgado

Motiva sin herir

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En ocasiones, con nuestro afán de control y perfeccionismo, después de elogiar a nuestro hijouna conducta, añadimos una crítica o un juicio. Un “pero…” que anula la fuerza de nuestramotivación.
Esa valoración deja de ser motivadora para convertirse inmediatamente en una recriminación. Su efecto es nulo o negativo a pesar de nuestra buena intención.
Este es un buen ejemplo:
PadreFelicidades por las buenas notas. Lástima que con un poco más de trabajo podrías haber sacado dos sobresalientes más…
HijoDa igual lo que haga que nunca estará orgulloso de mi...
PadreFelicidades por ese gol pero podrías haber marcado otro más si hubieras estado más atento.
HijoHaga lo que haga, nunca lo haré bien para él…
fuente: solohijos.com 

miércoles, 9 de julio de 2014

No es lo mismo obediencia que compromiso

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Hay una gran diferencia entre obediencia y compromiso. Cuando tus hijos obedecen, actúan dirigidos por ti. Cuando están comprometidos, son ellos los que se mandan y perseverarán hasta conseguir lo que se propongan.
La mayoría de las veces solo buscamos que nuestros hijos obedezcan. Que cumplan con sus obligaciones escolares y familiares, y si es a la primera, mejor. Pensamos que poco a poco encontrarán un sentido a lo que hacen o sencillamente se acabarán acostumbrando, desarrollando un hábito saludable.
Este objetivo está bien pero hay algo mejor: desarrollar desde que son pequeños un sentimiento de compromiso.
¿Cómo hacerlo?
  • Fomenta en ellos el sentimiento de pertenencia a la familia. Que se sientan importantes dentro de ella. Que sean de verdad un elemento relevante sin el cual la familia no funcionaría cómo lo hace. Hacerle ver que su colaboración, y su vida, son valiosas e insustituibles. En ocasiones nuestros hijos viven con nosotros pero no saben cuál es su papel en la familia, cuál es su rinconcito de maniobra, qué son ellos para el resto de sus miembros.
  • Enséñale a ver la trascendencia de las cosas. El objetivo no es solo que entienda por qué debe hacer las cosas sino también que trascienda la orden en sí misma. Por ejemplo, no es lo mismo decir “Ana, ayúdame a hacer la cena para tus hermanos, por favor” que “Ana, hoy ha sido un día muy duro para mí. ¿Podrías hacer la cena a tus hermanos?”. El ritmo precipitado del día a día no siempre nos permitirá hacer esto pero sí muchas más veces de las que creemos.
El compromiso crea entusiasmo, autoresponsabilidad y perseverancia. Cuando tu hijo actúa comprometido con su familia o consigo mismo, ya no necesita excusas pues solo busca resultados. Cuando se equivoca pide ayuda o cambia de estrategia. Las pilas las lleva dentro y ya no necesita recambio.

Fuente: solohijos.com

martes, 8 de julio de 2014

Aumentar, recuperar o perder autoridad ante nuestro hijo


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¿Qué se necesita para disfrutar de una autoridad eficaz? A veces, intentamos por todos los medios que nuestros hijos nos hagan caso y no hay manera de conseguirlo. La solución no es tan difícil aunque, eso sí, necesita constancia, unas pocas normas muy claras y favorecer al máximo la participación de nuestros hijos a la hora de tomar decisiones.
Al comienzo de este año escuché unas declaraciones de representantes de asociaciones de padres y madres que decían lo siguiente: “Dado que los padres, en las actuales circunstancias sociales no podemos hacer frente a la educación de nuestros hijos, exigimos que las administraciones públicas pongan a nuestra disposición todos los medios necesarios para …”
Me inquietaron dos de las ideas que expresaron: “no podemos hacer frente a la educación de nuestros hijos…” y que las administraciones públicas…” hagan algo para educarlos.
A mí me gusta pensar que somos los padres los que debemos educar a nuestros hijos y de ninguna manera me gustaría ceder ni un ápice de este derecho a las administraciones públicas. Me inquietó también escuchar que los padres “no podemos” educar a nuestros hijos en la sociedad de hoy en día, porque yo no creo que eso sea cierto. Los padres tenemos la posibilidad y la capacidad para educar a nuestros hijos y podemos hacerlo bien, salvo en casos muy especiales.
En numerosas familias, la autoridad de los padres se ha debilitado. Muchos padres no consiguen poner límites a los horarios de sus hijos, a los tipos de diversiones, a las demandas consumistas, a su desidia en los estudios, a sus malos modales… Pero buscar las causas y las soluciones fuera de la familia, no sirve de nada. La solución a esta crisis de autoridad debemos buscarla en el interior de la familia y, sobretodo, en cómo nosotros, los padres, la estamos ejerciendo. ¿Quizás nos estamos equivocando?
¿Qué se necesita para disfrutar de una autoridad eficaz?
Algunos padres piensan que perder autoridad es irremediable. Pero la autoridad no es un don divino que se nos otorga y con él obtenemos la ciencia para decidir correctamente, el ingenio para organizar y la habilidad para ser obedecido. Y, al igual que no se nos otorga, tampoco se nos niega como si se tratara de un objeto. El grado de autoridad que tengamos los padres depende, sobretodo, de cómo utilizamos el poder que tenemos sobre los hijos, y eso nos permite aumentarla, recuperarla o perderla.
La autoridad de los padres será eficaz si reúne ciertas condiciones:
  • Que exista consenso entre el padre y la madre.
  • Que se ejerza de modo participativo y se sepa llegar a acuerdos.
  • Que persiga como fin la educación de los hijos y su autonomía.
  • Que sea coherente con la conducta de los propios padres.
  • Que se apoye en valores y normas estables.
  • Que se traduzca en hechos.
La no existencia de alguna de estas condiciones puede ser la causa real de la crisis de nuestra autoridad como padres. En la medida que consigamos cumplir mejor estas condiciones, nuestra autoridad podrá recuperarse o fortalecerse. Lo mejor es empezar a ejercer una autoridad positiva cuando nuestros hijos son pequeños. Pero si no ha sido así, todavía estamos a tiempo. Cuanto antes cambiemos algo y mejoremos, tanto mejor.
  1. El consenso en la pareja. Que la pareja debe estar de acuerdo en relación con los objetivos y los medios educativos es algo que resulta evidente aunque a veces no es fácil de llevar a cabo. La responsabilidad como educadores, y por tanto la autoridad, es tanto del padre como de la madre, y sólo el acuerdo entre ambos permitirá progresar correctamente en la educación de nuestros hijos. Se necesitará el intercambio constante de información entre la pareja sobre nuestros hijos, sobre cómo podemos ayudarles, las normas que estableceremos, los estímulos que les proponemos… Es bueno que los padres lleguen a un acuerdo antes de planteárselo a sus hijos. Y aunque a veces resulte difícil llegar los dos a un mismo punto debéis pensar que esta dificultad también es una ventaja, ya que en el momento de observar y saber de vuestros hijos, veréis mejor con cuatro ojos que con dos. No perder de vista que podéis ayudaros y que debéis apoyaros.
  2. La autoridad debe ejercerse de forma participativa. Los padres no debemos imponer nada a nuestros hijos de manera despótica. Debemos proponer alternativas u opciones entre las que escoger y dejar que nuestros hijos participen en la toma de decisiones. Si somosrespetuosos con nuestros hijos ellos también lo serán con nosotros. Mientras que si nos comportamos de una manera demasiado exigente mandando y obligando en lugar de sugerir y proponer, sólo conseguiremos desobediencia, indisciplina y rebeldía.
  3. Los padres deben buscar la felicidad de los hijos y potenciar su autonomía. No debemos pedir o mandar cosas a nuestros hijos para nuestra comodidad o para nuestro propio o exclusivo beneficio. Sólo en la medida en que nuestros hijos reconozcan que las normas que establecemos y las cosas que les mandemos son para su propio beneficio e interés, nos aceptarán como autoridad. La autoridad-servicio produce necesariamente la autoridad-prestigio.
  4. La autoridad no debe ser aleatoria, debe apoyarse en valores y normas estables. Nada hay más destructivo que los cambios de actitud de los padres en lo que respecta a lo que es bueno o malo, lo que hay que hacer y lo que no, lo que es importante y lo que no lo es. Mandar o exigir cosas según el propio estado de ánimo o según las circunstancias es una manera muy eficaz de conseguir que perdamos autoridad sobre nuestros hijos. Si ellos observan que tus exigencias no responden a otra cosa que a tu cansancio, malhumor, etc. no se verán obligados a obedecer ni entenderán por qué deben hacerlo: “Total, espero a que se le pase el enfado y ya está”.
  5. La conducta de los propios padres debe ser coherente. Los padres deben predicar con el ejemplo. Los modos de conducta incoherentes o falsos generan sencillamente rebeldía. La siguiente escena es muy significativa: “¿Queréis dejar de gritar como salvajes maleducadoooooooos?” -Grita con todas sus fuerzas la madre a sus hijos, que están inmersos en un gran alboroto.
  6. La autoridad debe traducirse en hechos. La autoridad, además de tenerla, hay que ejercerla. Hay que tomar decisiones sobre lo que deseamos para nuestros hijos y sobre las ayudas que necesitan. Establecer, con su colaboración, las normas que revestirán el ambiente de nuestra casa. Velar por el cumplimiento de las normas establecidas y detectar los problemas de loshijos. Exigirles que cumplan su cometido y sancionar su conducta de manera positiva o negativa para ayudarles a desarrollar su propia conciencia. Necesitamos dedicación y empeño, pero nuestra autoridad para con los hijos la encontraremos en su ejercicio.
José María Lahoz García
Pedagogo (Orientador escolar y profesional),
Profesor de Educación Primaria y de Psicología
y Pedagogía en Secundaria

Fuente: solohijos.com